jueves, 17 de julio de 2014

La princesa y su tablero

Amanece otro día, y la princesa del Puerto sin mar, se asoma a su ventana. Cegada por el sol, se tapa los ojos negros con la palma de la mano izquierda a la altura de su frente. Según se acostumbra su mirada a la claridad del día, su pupila se dirige al horizonte. Sueños y más sueños persiguen su mente mientras sonríe a la vida. Coqueta, se retira el pelo de los hombros al paso de un caballero en su jardín. Su pequeño lunar en la mejilla derecha, reclamo de pretendientes en su juventud, delata ahora una madurez propia de su edad, pero sin dejar de ser una niña entre juegos y más juegos. La Princesa del Puerto sin mar, sabe que su día es más corto que el de cualquiera en su reino. El hechizo que sufrió al nacer, la hace caer en sueño profundo casi antes de anochecer, y por eso dedica sus horas a sonreír, ayudar y ser feliz. Sus hijos la adoran, saben que es su talismán, su tesoro y su Ángel de la guarda. Alguien que nunca fallará, que compartirá su cobertura en Palacio con todos ellos. Después de un reposado desayuno de piezas de fruta, café y galletas, comienza a jugar. Observa su tablero desde el corredor de la primera planta, mirada atenta, ojos vivos… espera su momento para bajar corriendo las 30 escaleras de madera y saltar sobre cada una de las letras esparciendo su magia en aureolas de colores formando palabras inéditas e invisibles para el resto de habitantes del Puerto sin mar. Pequeños y simpáticos saltos, con su camisón estampado en flores, va posando su pequeño pie en cada uno de los cuadrados, hasta llegar al otro lado con la confianza de haber logrado el mejor resultado. Desde la puerta de la cocina, James Zullee, observa incrédulo las artes mágicas de la Princesa y bajando el brazo a modo de resignación, sigue cociendo pan para ella. El cocinero le sirve de entrenamiento para los campeonatos de la Comarca en las que el mago Hormix domina desde hace 150 años. Pero para ella, es sólo un juego que la mantiene despierta y genera inquietudes. El cuidado de su familia y la dedicación a su sobrina enferma, son auténticas prioridades cada día. La imaginación que fluye en su mente, la luz de sus ojos, la fuerza de su trabajo y la entrega en la amistad hacen cerrar sus ojos despacio aún en la claridad de la tarde, abate de nuevo las ventanas hacia dentro y vuelve a descansar pensando en el Océano del horizonte.