sábado, 30 de mayo de 2009

Dos manos, dos hijas; diez dedos, diez años (II)






Aún queda media hora, para que abran las puertas de la oficina de empleo. Llevo una hora en la interminable fila que agota la acera. Mi cabeza se hunde entre los ladrillos de la fachada, para recostar cómodamente mi hombro izquierdo en la pared. La chica que me precede, aprovecha para estudiar Derecho Civil sentada en el suelo, y los dos siguientes, dominicanos con gafas Ray-Ban y deportivas Nike. Una lucha por salir adelante, y los otros intentan acercarse para salir adelante con ella. En lucha con mis pensamientos y continuas miradas al reloj, me entretengo en ver pasar a las personas que salen hacia sus trabajos; con corbata, con mono, ropa cómoda, falda larga, mini falda, todo tipo de atuendo, pero al fin y al cabo, van a trabajar.

Mi evasión se para al sonar el teléfono, y al contestar oír la voz de la persona más maravillosa de mi mundo decirme “Felicidades Papá, te quiero mucho”. Un suspiro en la espera, un alivio en mi cerebro y una alegría contenida entre tanta gente extraña. Los minutos ahora, simplemente corren a su debido tiempo, y sólo existe para mí una meta; abrazar a Lucía como si fuera la última vez que lo hago.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esas dos manos, con esos diez dedos, más simplemente todo tú, formáis un equipo de fichaje seguro.
Besos,
Amparo

Anónimo dijo...

Ante tanta injusticia, ante la adversidad, ante la lucha diaria, el mejor remedio, la mejor medicina, la cura infinita son ellos: nuestros hijos. Aquellos por los que seguimos luchando, aquellos por los que buscamos ser mejores y darles lo mejor. Como siempre, mi más sincera enhorabuena.

Susana