jueves, 26 de mayo de 2011

Sin decir adíos


Anoche mientras dormía, soñé que soñabas conmigo, y cuando desperté, sentí la tremenda desazón de no volver a verte más. Al no conciliar el sueño, encaminé mis pasos sin levantar el pie del suelo hacia el baño. Las heladas de finales de Noviembre calaban entre las amarillas paredes de mi casa y hacían tiritar mis tobillos. La concavidad de mis manos, aún calientes, sirvió de cobijo al agua fría que descendía desde el grifo. El contacto de mi rostro con el agua fría detuvo un instante los recuerdos de tus besos, e inmóvil, con la venda de mis manos en los ojos, me pareció oír su voz que me llamaba. Tras varios segundos en estado de trance, la blanquecina luz que te nubla tras cerrar los ojos, dio paso a la triste imagen de mi habitación desordenada, como mi vida. Esa mujer desconocida, extranjera, salió desnuda de la ducha, cogió los dos billetes que yo había tirado encima del sofá, se vistió y se marcho. Sin decir adiós. Como tu, sin despedirse, sin decir adiós.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso. Me ha llegado al corazón.... No se puede expresar más con pocas palabras. Sin decir adios...Lindo