Advierto cada línea del texto a través de sus gafas; sus arrugados ojos se mueven despacio hacia mi izquierda hasta que vuelven a caer a otro renglón y vuelta a empezar. Las letras pasan por sus pupilas como créditos de mi película. Humedece su dedo índice lentamente, y mirándome con indiferencia, me agarra con sutileza para prenderme en la siguiente página. Testigo mudo de su imaginación, de muecas y sonrisas efímeras, paso mi vida colgado, de espaldas al mundo que encierra un libro.
Quiero dejarme caer y deslizarme entre la tinta por ese papel rugoso, para adherirme a su viejo suéter de lana, disfrutar de aquellas letras que en su unión forman un todo y dejar de leer sus labios para comenzar a mover los míos. He marcado un sinfín de episodios, ignorando desenlaces, ahora, deseo ser protagonista del mejor escenario, que es la aventura de un libro.
I concurso de microrrelatos FNAC
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