jueves, 24 de julio de 2008

Las brujas de Güich

Las brujas de Güich

Entre dos montañas enormes y escarpadas, siempre amenazado por nubes negras cargadas de lluvia, y sufridora de tormentas aciagas y eternas, se situaba la aldea de Güich de los Entrecejos. El tercer día de Noviembre, celebraban su fiesta patronal, adorando a San Huberto, patrón de los cazadores. Era una fiesta amarga, año tras año, ese día sucedían hechos extraordinarios, que asustaban a sus habitantes. Este año de 1996, no iba a ser distinto, y a las 8 en punto de la mañana, salían en procesión hasta la Picota de la pequeña plaza municipal, donde se reunían para recibir tan desgraciada noticia. El alumbrador, el visionario, el iluminado, como todos le llamaban, era Pedro Medario, un joven pastor, que golpeado con una piedra en la cabeza (por eso le conocían como “El Pedrolo”) cuando cazaba perdices diez años atrás, quedó trastornado para siempre, y sin embargo, poseía es don intuitivo de presagiar la desgracia de cada día 3 de Noviembre. Mudo, y cojo, faz sonrosada por el sol, y una imbécil y eterna sonrisa, apartó la cortinilla que colgaba de su portal y salió arrastrando su pierna izquierda por los adoquines mojados, muy despacio miraba hacia ambos lados, para regocijarse en el protagonismo que disfrutaba ese único día. Llevaba en la boca amarrado un papel, que colocaría metros más adelante en el tablón de madera destinado a la publicación de los bandos. Con torpeza y dos chinchetas, colgó su bando en la tabla, y huyó despavorido hacia su casa. El escrito decía lo siguiente:

Bondadosos y amables vecinos de este honroso pueblo.Tras dormir una buena siesta, he
Recibido de la divina providencia y nuestro adorado Huberto
Un aviso para los hombres lascivos y adúlteros que conviven en esta aldea, ya que serán
Jodidos de por vida por barrer fuera de su casa el polvo que guardan en la suya.
Así es que se recomienda a la prudencia (no la tía de la Encarna) y resguardo para no
Salir en esta noche a partir de las 21.00 hrs. Mucha suerte. El Pedrolo

Las 20.30 en Güich de los Entrecejos. Las mujeres y los niños en su casa, los hombres en el bar – Tabernáculo. Miradas nerviosas a sus relojes de pulsera, apurando el penúltimo trago de orujo, siempre el penúltimo. El parte acaba de comenzar; José María Carrascal tiene un brillo especial en los ojos, que asusta a sus televidentes. Inmóviles, comienzan a sentir los golpes como de varas de aceitunas, en los ventanucos de aquella enorme bodega. Aterrados hacen piña, para escapar por la puerta, se atropellan y se pisan, se insultan y lloran, gritan y rezan, se orinan y defecan. La puerta no se abre, pero si la ventanas, para que comiencen a entrar una tras otra hasta siete seres espantosos con cuerpo de mujer, sobrevolando sus cabezas en escobas fálicas de un metro de largo. Lencería fina y negra, uñas largas y afiladas para estas brujas de la venganza femenina, que fueron colocando sin piedad, y dejando a todos desnudos en fila de cara a la pared. La única bruja que llevaba faja, pronunciaba en alto el nombre cada uno, y José María Carrascal emitía el vídeo del adulterio del susodicho. A continuación gritaba “Romero, Romero, que salga lo malo y entre lo bueno”, les introducía la escoba brutalmente por el ano, y de una patada les mandaba a la calle. Uno a uno, así hasta 12, huían espatarrados, cada uno por una calle diferente como si tuvieran un petardo en el culo. Encima de una nube, las siete brujas cantaban al unísono: “Brujería, brujería, que tan dentro la tenías….”.


Cesítar, 24 de julio de 2008

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