lunes, 21 de enero de 2008

La tormenta

Hoy no dormiré contigo; quizás porque no soy yo. Yo le he culpado a la lluvia de cruzarse en el camino de este día negro de Octubre, sin aviso han llegado esas gotas agoreras que presagian la tormenta, que chocan contra el asfalto para formar ese manto en el que todos caminamos. Llovía sin cesar, y he podido ver sobre las piedras el reflejo de tu llanto, tus sollozos y tus voces en mitad del diluvio. No te he querido gritar, aunque admito que esta agua ha alterado mi tranquilidad, y no he podido ejercer el control de ese impulso tan humano, que es la desesperación. Estoy solo, tú te has ido, no me has querido mirar. Hubiera sido mejor lanzar una pequeña piedra contra el muro más alto, que no lastimar a quien más quieres. Lo sé. La piedra se haría cien pedazos, pero tu corazón estaría intacto y no me guardaría rencor.
Maldita lluvia de otoño, me ha hecho perder la paciencia y una noche que no regresará. Hoy no estaremos juntos aunque estemos casi pegados, no cruzaremos palabras ni sonreiremos por nada; sólo pensaré en la piedra que no he querido lanzar.

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