lunes, 21 de enero de 2008

Las alas de un gorrión

He acudido volando a mi cita diaria contigo. Esquivando nubes y edificios de ladrillos rojos y blancos pienso en llegar hasta ti y contemplarte como cada tarde, muy cerquita del mar. Me he posado en tu ventana, y has corrido tus cortinas blancas, no se si para dejarme verte o para buscar tu inspiración en una mirada perdida. Me gusta observarte; escribes directamente en tu ordenador y a veces descansas para mirarme y sonríes. La habitación ordenada y una mujer con mucha clase, equilibrio perfecto. Pero sonríes forzada. Me escribes a mí, le escribes al mundo, desarrollas tu interior de esa forma, para contar que no eres del todo feliz, que estás atrapada en un mundo que no te pertenece y necesitas escapar, dar el salto que te permita ser tú.
Vol é hacia ti hace aproximadamente 120 días por primera vez desde 400 kilómetros y he agradecido tu fidelidad a mí, visitándote cada día desde el alfeizar de tu ventana. Mis buenos días o tus buenas tardes me hacen conocer ya cada movimiento tuyo, cada gesto, cada palabra, cada aspecto de tu vida que me relatas todos los días. Me has ofrecido tus manos, y podría comer en ellas, pero prefiero que sigan escribiendo, que narren como tú sabes el pasado, presente y futuro de cada instante elegido. Quiero que escuches tu corazón, el es el único que sabrá guiarte. Mírame a mí, sólo soy un gorrión, despreciable para muchos de vosotros, pero admirado y envidiado, porque puedo volar allá donde quiera, nadie me impone fechas en un calendario, y no tengo normas estrictas más allá de las que marca mi especie. Eso sí, mi esperanza de vida, es la mitad de la edad que tu tienes, todo un mundo por delante por descubrir. Aprovecha esa gran ventaja, y vuela, no con tu imaginación, sino con las alas de un gorrión. Dame la mano y salta.

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