Mi hermano
La muerte de mi hermano, me llegó de sorpresa estando yo en Holanda por temas de trabajo. Una rápida llamada de mi madre me comunicó la noticia. En 5 horas estaba allí plantado, en el tanatorio. Ni una sola lágrima recorría mi mejilla, ni un solo gesto de dolor o rabia; tenía delante de mi a mi hermano mayor, pero lo notaba como a un extraño, como si no hubiera convivido con él durante 25 años. Nacimos a la par del mismo vientre, compartimos todo, pero sin hablar apenas, sin decirle lo que yo sentía, lo que me apetecía ser….tan cerca y tan lejos. Entre pensamientos fijos debajo de mis gafas de sol, sentí la mano temblorosa de mi madre que me agarrraba con fuerza y a pesar de su llanto, no logró conmoverme. Unas palabras de ella me indicaron que la acompañara a una sala de estar contigua. Allí destapó de una pequeña caja de zapatos un pequeño cuaderno, en el que se podía leer en su pasta: “Mi diario. Angel”.
Me lo ofreció mi madre, diciéndome que era uno de los objetos que poseía mi hermano y que quiso darme en su último suspiro. Me senté en aquel cómodo sofá para comenzar a leer. Fue entonces, cuando nada más morir mi hermano, empecé a quererle, a adorarle, a llorar por no haberle ofrecido ser mi hermano, a sentirme un pobre miserable y egoísta. Frases como “mi hermano tiene un gran corazón, tenemos que comprender que él tiene mucho trabajo”, “hoy se ha graduado él y yo suspendí pero estoy muy contento porque me ha abrazado, parece que me quiere”…. Uno tras otro, cada párrafo del diario iba dedicado a mí, todo eran palabras buena y de agradecimiento. Mi sensación de angustia me hizo comenzar a llorar por la muerte de mi hermano, mi único hermano, la persona que más me había querido en este mundo y que ahora se había marchado sin poder decírmelo a la cara, por mi culpa.
César, 23 de enero de 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario